
Por suerte, las fronteras entre los antiguos
países comunistas son cada vez menos infranqueables. Nos comentan la posibilidad de cruzar a
Albania por la carretera del litoral. Por ello, para salir del fiordo de
Kottor ya no necesitamos ascender el
zigzagueante puerto de más de 1.000
mts. que conduce al
Podgorika, la capital del
país. Con la incertidumbre de si nos dejarán cruzar la
muga, continuamos paralelos al mar.

Pero debido a la belleza de la costa y a un espléndido sol, lo que
pensábamos nos
llevaría un par de jornadas (cruzar los 200
km. de
Montenegro), acaban
convirtiéndose en una semana.
De pueblo a pueblo y de playa a playa, vamos concediendo a nuestros fatigados cuerpos algunos vicios que hasta el momento no les
habíamos podido dar: irnos a comer un
pescadito, hacernos una tortilla de patata,
paella de marisco... pero sobre todo para concedernos un par de
días para holgazanear. - Nada de bicicleta ni de visitar ciudades!!-. Será nuestro regalo por haber sobrepasado los 3000 km.
A este ritmo
pachanguero no sé si lograremos llegar ni tan siquiera a
Estambul, lugar desde donde nuestro amigo
Bera, que ha llegado hace algunos
días, nos comunica que se vuelve para casa.

De esta manera llegamos a
Ulcinj, último pueblo costero antes de la frontera con
Albania. Empezamos a v
islumbrar lo que nos espera los siguientes
días, pues
aquí residen muchos musulmanes albaneses. Ahora, los campanarios de las iglesias
sobresalen de las casas al igual que los
minaretes, la
música disco se entremezcla con la llamada del
muecín a la
oración y nos hace gracia ver los primeros
velos entre los escotes y minif
aldas de moda.

No hay comentarios:
Publicar un comentario