Las entradas están ordenadas cronológicamente de abajo a arriba!!!
ADIVINA ADIVINANZA
Dado que todavía no he tenido tiempo de escribir algo sobre este país y para que os entretengáis:
Si alguien encuentra alguna relación entre la foto del calendario de vuestra derecha y la fecha señalada en azul, nos lo haga saber. O mejor dicho, se lo haga saber a Aurora. Por si no se acuerda.
Si alguien encuentra alguna relación entre la foto del calendario de vuestra derecha y la fecha señalada en azul, nos lo haga saber. O mejor dicho, se lo haga saber a Aurora. Por si no se acuerda.
A ralentí.
Por suerte, las fronteras entre los antiguos países comunistas son cada vez menos infranqueables. Nos comentan la posibilidad de cruzar a Albania por la carretera del litoral. Por ello, para salir del fiordo de Kottor ya no necesitamos ascender el zigzagueante puerto de más de 1.000 mts. que conduce al Podgorika, la capital del país. Con la incertidumbre de si nos dejarán cruzar la muga, continuamos paralelos al mar.
Pero debido a la belleza de la costa y a un espléndido sol, lo que pensábamos nos llevaría un par de jornadas (cruzar los 200 km. de Montenegro), acaban convirtiéndose en una semana.
De pueblo a pueblo y de playa a playa, vamos concediendo a nuestros fatigados cuerpos algunos vicios que hasta el momento no les habíamos podido dar: irnos a comer un pescadito, hacernos una tortilla de patata, paella de marisco... pero sobre todo para concedernos un par de días para holgazanear. - Nada de bicicleta ni de visitar ciudades!!-. Será nuestro regalo por haber sobrepasado los 3000 km.
A este ritmo pachanguero no sé si lograremos llegar ni tan siquiera a Estambul, lugar desde donde nuestro amigo Bera, que ha llegado hace algunos días, nos comunica que se vuelve para casa.
De esta manera llegamos a Ulcinj, último pueblo costero antes de la frontera con Albania. Empezamos a vislumbrar lo que nos espera los siguientes días, pues aquí residen muchos musulmanes albaneses. Ahora, los campanarios de las iglesias sobresalen de las casas al igual que los minaretes, la música disco se entremezcla con la llamada del muecín a la oración y nos hace gracia ver los primeros velos entre los escotes y minifaldas de moda.
Pero debido a la belleza de la costa y a un espléndido sol, lo que pensábamos nos llevaría un par de jornadas (cruzar los 200 km. de Montenegro), acaban convirtiéndose en una semana.
De pueblo a pueblo y de playa a playa, vamos concediendo a nuestros fatigados cuerpos algunos vicios que hasta el momento no les habíamos podido dar: irnos a comer un pescadito, hacernos una tortilla de patata, paella de marisco... pero sobre todo para concedernos un par de días para holgazanear. - Nada de bicicleta ni de visitar ciudades!!-. Será nuestro regalo por haber sobrepasado los 3000 km.
A este ritmo pachanguero no sé si lograremos llegar ni tan siquiera a Estambul, lugar desde donde nuestro amigo Bera, que ha llegado hace algunos días, nos comunica que se vuelve para casa.
De esta manera llegamos a Ulcinj, último pueblo costero antes de la frontera con Albania. Empezamos a vislumbrar lo que nos espera los siguientes días, pues aquí residen muchos musulmanes albaneses. Ahora, los campanarios de las iglesias sobresalen de las casas al igual que los minaretes, la música disco se entremezcla con la llamada del muecín a la oración y nos hace gracia ver los primeros velos entre los escotes y minifaldas de moda.
Entrando con buen pie.
Tras un breve paseo por Dubrovnik (la habíamos visitado anteriormente), buscamos alternativas a la transitada nacional que nos conduzcan a Montenegro. Una solitaria carretera cada vez más estrecha y sinuosa parece el preámbulo de que por ahí no vamos a poder cruzar la frontera.
- me niego a desandar lo pedaleado! -
Una vez más, la suerte nos sonríe y al final de una fuerte pendiente aparece el puesto fronterizo. Una desolada caseta será nuestra entrada a este pequeño y joven país.
Enseguida empezamos a percibir notables cambios respecto a Italia: mayor tranquilidad, habitantes mucho más altos, precios considerablemente más bajos y un idioma en el que no entendemos ni papa.
Al igual que en el resto de la costa dálmata, las montañas de los Balcanes se asoman hasta la misma orilla del mar. Pero éste parece tomarse la revancha y se adentra en el interior del territorio montenegrino, formando el considerado mayor fiordo de Europa Meridional.
Por la orilla de este fiordo pedaleamos por paisajes que parecen escapados de latitudes más septentrionales y al final de éste, "desembarcamos" en el pintoresco pueblo amurallado de Kotor. Rodeado de paredes casi verticales y montañas que sobrepasan los 1.000 metros nos asalta una gran duda.
- ¿Cómo diablos vamos a salir de este agujero?-
- me niego a desandar lo pedaleado! -
Una vez más, la suerte nos sonríe y al final de una fuerte pendiente aparece el puesto fronterizo. Una desolada caseta será nuestra entrada a este pequeño y joven país.
Enseguida empezamos a percibir notables cambios respecto a Italia: mayor tranquilidad, habitantes mucho más altos, precios considerablemente más bajos y un idioma en el que no entendemos ni papa.
Al igual que en el resto de la costa dálmata, las montañas de los Balcanes se asoman hasta la misma orilla del mar. Pero éste parece tomarse la revancha y se adentra en el interior del territorio montenegrino, formando el considerado mayor fiordo de Europa Meridional.
Por la orilla de este fiordo pedaleamos por paisajes que parecen escapados de latitudes más septentrionales y al final de éste, "desembarcamos" en el pintoresco pueblo amurallado de Kotor. Rodeado de paredes casi verticales y montañas que sobrepasan los 1.000 metros nos asalta una gran duda.
- ¿Cómo diablos vamos a salir de este agujero?-
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